(Versión extendida)
Estoy aquí sentada en el salón de casa pensando en cómo serás. Pensando que no te conozco. Dentro de poco estarás aquí, tu presencia inundará este espacio y se quedará para siempre. Y ya parecerá que no hubo un tiempo en el que no estuvieras. Crecerás y te costará imaginar que algún día existió un antes que tú en el que yo era yo sin ti y tenía un novio al que no conseguía llamar marido, que también era un él sin ti y juntos éramos una pareja de amigos amantes que paseaban de la mano y se reían y salían con sus amigos en una pandilla en la que los únicos niños eran ellos.
Hace apenas tres meses terminaba una etapa. De hecho, todavía no soy consciente. Aun parece que estoy en una especie de paréntesis y que cuando llegue septiembre empezará un nuevo curso y volveré con mi maleta a Sevilla, a mi casa, mi otra casa, con mi cuarto, mi cocina, mi salón... Y volverán las tardes con las amigas sevillanas, de guitarra y canciones, de tomar unas cervezas, repasar zapaterías y descubrir lugares nuevos. De vivir dos días juntos y tres separados y tener independencia y espacio y echar de menos con necesidad y querer estar contigo y estar sin ti y reír y llorar en aquel salón, sentada en el suelo con el delantal puesto y el paño de cocina para limpiar el polvo y pelusa por aquí, pelusa por allá, que venga mi madre pero que no se quede mucho tiempo... Esa vida, tan cercana todavía, que aun estábamos allí cuando plantamos tu semilla que está apenas germinando, que no tienes aun ¡ni nombre!, pobrecita, mi niña, que estás ahí dentro replegada guardadita en mi barriga, sintiendo lo que yo siento y conmigo a donde yo vaya.
Veinte semanas de existencia virtual (por decirlo de alguna manera) y no sabes en las que ya te ha metido tu madre... Ya has estado en la cueva más grande de Andalucía, has bajado a 300 metros bajo la tierra y has subido de nuevo para ver el sol ponerse detrás de montañas de fuego (tu primera travesura, nadie sabíamos que estabas ahí). Montañas de fuego, por cierto, aquellas del Timanfaya, donde también viniste conmigo; te has montado en avión, dicho sea de paso. Has hecho un curso de emergencias y has librado toda suerte de megacodes cargando con camillas y monitores. Has hecho barranquismo y has experimentado el subidón de adrenalina que le sigue a saltos de vértigo (esa travesura fue mía, si se enteran de que vienes dentro, nuestros amigos no nos dejan ir). Te has comido ocho guardias al mes con marrón importante incluido, que esperemos no revivir más. Mañana estamos otra vez con el mismo equipo... y te prometo que hasta que salgas ya no más 112...
Hemos hecho todas esas cosas con la libertad del ser yo sin ti pero contigo y me sigue siendo un misterio cuánto cambiará mi vida dentro de unos meses, cuando estés aquí, de cuerpo presente, haciendo ruido y reclamando atenciones. Cómo cambiará este piso, recientemente amueblado a nuestro gusto según los caprichos que desde hace años soñábamos con satisfacer el día que tuviésemos nuestra casa propia y donde, hasta ahora, los principales juguetes son la thermomix y la caja de herramientas (según quién se disponga a jugar).
Miro a mi alrededor y no estás. Nunca has estado. Y me pregunto cómo será tu cara y cómo serán tus ojos, tus manos, tu pelo. Y si serás buenísima o solamente buena. Nerviosa o tranquila. Traviesa, alocada, pillina... Porfa, que cantes bien!! Y haremos duetos y coros. Cabezota y contestona, obediente, lista, guapa y elegante o piltrafilla (como yo....). Quién sabe. Ven rebosante de salud que el mes de enero en Fregenal puede llegar a ser muy frío. Nosotros intentaremos estar preparados y hacerlo lo mejor posible... Yo creo que lo haremos bien. Sí, claro que sí, lo haremos genial. Como serás tú: genial, única e irrepetible. Te esperamos.