martes, 25 de enero de 2011

Sólo faltan unos días para...

... y volar hasta...

... y relajarnos por...
... y para cantar...


jueves, 20 de enero de 2011

Necesito aire

Ayer iba a poner una canción y me contuve porque no encajaba con la entrada, pero hoy se me ha antojado poner otra que sí lo hubiera hecho... Y es que no puedo cambiar de tema, los premires estamos viviendo unos días muy intensos y a mí casi se me hace imposible pensar en otra cosa. Bueno, sí, lo único que pienso es que estoy deseando que esto se acabe y poder salir a brincar más feliz que Heidi correteando con sus cabritas. Y es que, seguramente me esté repitiendo, pero no-aguan-to-más. Y de eso va el tema, que seguro que ya lo he puesto alguna vez porque siempre que estoy en esta situación y en mi cabeza me digo no-aguan-to-más, automáticamente lo reproduzco. Así que allá va mi contribución para con Paradela, la banda sonora repetitiva de mi mes de enero particular como no lo había conocido antes. En la voz de mi admirada Luz Casal.


miércoles, 19 de enero de 2011

En la recta final

Faltan diez días... cuando me levante mañana faltarán nueve y, como diría la madre de Buda, de estudio sólo ocho. No me gusta hacer cuentas atrás, me pone de los nervios... pero es que falta tannn poquito, que es imposible no contar los días. Y cuando pase, cuando por fin me despierte una mañana sin que suenen los dos terribles despertadores y no tenga que ponerme a estudiar, y me baje tranquila a desayunar... espero que sea la hora de comer.
Me había metido en el blog para dejar mi correspondiente canción y contribuir así al enero musical convocado por Paradela, pero me he puesto a hablar de mi tema y me he ido por las ramas, así que la dejo para otro día de estos, que lo que tenía pensado aquí no encaja.
A todos los premires que estáis apurando los últimos días, ánimo, ánimo porque no nos queda nada. Y dentro de muy poco seremos por fin erres cero, futuros esclavitos del Sistema de Sanidad español.
martes, 4 de enero de 2011

La bellota durmiente (II)


En la encina de la fuente del deseo donde mi madre no quiere que vaya había una bellota que pasaba del mundo y estaba todo el día sobando, así que sus compañeras de rama la bautizaron "la bellota durmiente". Era gorda y bien bonita y el gorrito le quedaba niquelao, pero era una diva pasiva y a ella poco le importaba esto. Desde las alturas, todas miraban el suelo con miedo al día en que cayeran, temiendo ser devoradas por el hocico feroz de un cochino ehtremeño. Pero la bellota pasota nunca miró hacia abajo, ella siempre se mantuvo serena con la vista en verdes hojas, disfrutando de su vida de altura sin pensar en el momento en que el rabito de su gorro se separase de su árbol madre para siempre.
Una noche, un coche negro, brillante, precioso, que pasaba por una carretera cercana, fue a parar al lugar. La pareja ocupante, atraída irresistiblemente por el misterioso foco receptoemisor de energía sexual que se hallaba en la dehesa, se desvió de su trayecto y acabó dando rienda suelta a sus pasiones bajo las ramas belloteras de la encina centenaria. Y, no sabemos por qué, fue tanta la intensidad con que aquellos cuerpos forasteros se encontraron, que del coche negro brillante salieron fuegos artificiales, bandadas de golondrinas, notas musicales y hasta bancos de peces. Tembló el suelo, se resquebrajó la tierra, y allí donde todas las semisemillas humanas después de siglos y siglos habían ido a confluir, con el batir de las ramas, fue a caer la bellota durmiente, mientras que todas las demás cayeron sobre tierra firme donde tarde o temprano serían devoradas por fieros cochinos.
En aquel pozo de esperma, la bellota se encontró a gusto, no temió en ningún momento, se afincó, se acomodó, se echó a dormir dulcemente y dejó que la tierra la cubriera, que el agua la penetrara, se llenó de sus nutrientes y acabó echando raíces... Años más tarde, se convirtió en una encina robusta al otro lado de la fuente, desde donde sus ramas crecen y crecen para abrazarse a las de su árbol madre y para ocultar al viajero que como un autómata se desvía del camino a defogar pasiones. A día de hoy, ya ha empezado a dar sus frutos, todos ellos con formas insinuantes y voluptuosas, pero que nunca dejarán de ser ricas, alegres y tiernas bellotas nacidas en los campos de la ardiente Ehtremaura.


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