jueves, 28 de abril de 2011

¿Trabajal?

Las vueltas que da la vida, se dice. Venía yo pensando esta tarde en cómo ha cambiado la mía en unos meses. Hace un año, por estas fechas, todavía no había acabado la carrera. Los domingos me venía en autobus y mis preocupaciones no iban más allá del examen próximo. Pasó junio, terminó esa etapa, y por primera vez reuní coraje para decirle a mis padres -un poco complicados- que me iba de viaje en pareja. No cayó bien, pero nos fuimos tan anchos. Empezaba, como los cigoñinos de la torre que veía desde mi cuarto aprendiendo a volar cuando aun estaba en el instituto, a sentir las alas y el poder de estas. Luego vino el mir con sus meses de encierro. Me fui al pueblo y apenas salía. Cada sábado a la academia, más que nada una excusa para vestirme de persona. Aun así, me salté más de uno. La semana de descanso me fui a Londres... ahí me colé xD Entre otras cosas porque tampoco cayó bien y también me fui. Eso fue en septiembre... hasta enero, fue como atravesar el desierto. El último mes, las últimas semanas, horribles, largas, interminables. Estaba cansada, harta, triste y, la verdad, creo que no era yo, porque no podía ser yo, aunque uno tampoco puede dejar de ser uno... así que supongo que era yo llevada a un terreno que me impedía simplemente ser. Pero eso nos pasó a todos. Luego se acabó. A unos les salió mejor, a otros peor, unos contentos, otros disgustadísimos y otros tuvimos lo que más o menos podíamos sospechar y no nos sorprendimos tanto. Tras el estrés, la liberación. Relax y escapadas. Recuperar tiempo perdido. La tristeza y el agobio se disiparon y dejaron paso a una felicidad extraña, como un colocón. Luego Madrid, días de tensión, de qué ha cogido éste y qué ha cogido aquél y qué cogeré yo. Todo eso ha pasado ya. Ahora la gente nos pregunta, nos da la enhorabuena y yo lo cuento todo, lo suelto por esta boquita y, como me fui a Portugal, que me quedo tan ancha.
Esta tarde venía camino de Sevilla en un coche que está a mi nombre. Por el manos libres, mantengo conversaciones sobre suegras. Llevo tres días mirando pisos por internet pensando que un día de estos me largo del de mis padres y me voy a un piso con una terraza donde pueda tener un perro y plantar soledades de esas que dejan un rastro en el aire... Y ahora, ahora que me siento después de mucho tiempo a escribir en este mismo rincón donde nació mi bloguito cuando toda esta aventura que acabo de relatar ni siquiera la intuía, me he parado a pensar que mañana he quedado para ir a ver un centro de salud en el que seguramente me acabe convirtiendo en eso que sale de mi boca cada vez que alguien me pregunta bueno qué, al final qué, y yo contesto Medicina de Familia y me quedo tan fresca y sigo charlando como si nada... y ahora, sí, ahora mismito, me estoy dando cuenta de que esto es real, que no es una historia que contar y punto, que en unos días estoy allí, dando el callo, yo, yo!, que el único dinero que he ganado en mi vida han sido unos cuantos treintas euros por tocar la guitarra en alguna boda a la una de la tarde... yo, madrugando para ir a, como decía el gitano del chiste que le gustaban las cosas acabadas en -ar, ¿trabajal? No es por sonar petarda, pero es que de estudiante, todo el mundo lo sabe, se vive muy bien... y con un mir o unas oposiciones se pasa muy mal, pero cuando eso pasa y tienes encima unos meses para respirar: vivimos mejor que queremos. Y tengo miedo. Mucho. No me puedo creer que esto se acabe. Tengo ganas de empezar, sí... pero tengo miedo... Mucho. No me puedo creer que esto se acabe. ¿Lo he dicho ya? Sí. Pues eso.

Y es que mi vida ha dado un giro brutal en un año... pero el gran cambio aun está por llegar :S
lunes, 25 de abril de 2011

Después de muchos días de sol

Después de muchos días de lluvia... Sol y nubes. La tierra y el cielo se dieron tregua pero sobre mi cabeza dos nubes enanas jugaban a burro, torito en alto, color-color y a que no me coges. Un pato vagabundo de estrellas cruzó su camino e intentando esquivarlo, las nubes enanas se dieron un cosco. De su golpe brotó una gota que viajó y viajó por el aire atravesando otras nubes y que, como bola de nieve, se fue haciendo más gorda en su descenso por el azul celeste. Pronto, empezó a ver suelo, valles, montañas, los prados verdes de primavera, la tierra blanca, Sierra Morena... campos, ciudades, pueblos, aldeas... y la gota recién nacida, sintió el precipicio seguro, irremediable e inmediato, como la puerta que se cierra violenta cuando hay corriente, y en mi cara, de un porrazo, impactó como si fuera llanto. Y yo, que bajaba del coche, que quería llorar y no me salía, aproveché y lloré y cuando llegó a mi boca, saqué la lengua y aquella gota me supo a sal.
jueves, 14 de abril de 2011

Niños y no tan niños

Por fin tengo mi placita. Mi soñada y deseada placita. Pero antes de contaros nada, antes de desvelarlo todo y meteros en la historia como os merecéis, os voy a dejar con un texto que ayer, cuando llegué del fatídico viaje de vuelta en bus y por fin me senté en mi trono (y no os diré cual), cayó en mis manos como por casualidad...

"En una ocasión me preguntaron por qué había tantos niños protagonistas en mis novelas. Mi respuesta fue sencilla. Para mí, el niño -dije- es un ser que encierra toda la gracia del mundo y tiene abiertas todas las posibilidades, es decir, puede serlo todo, mientras el hombre es un niño que ha perdido la gracia y ha reducido a una -el oficio que desempeña- sus posibilidades.


Con esta respuesta quería dar a entender que para mí, el niño, precisamente por la carga de misterio que arrastra, tiene mayor interés humano que el adulto, incluso para ser protagonista de una novela o de una película.

También se deduce de mi respuesta la importancia que yo doy a la elección de oficio, sea éste el de ebanista o arquitecto, escritor o marino, maestro o labrador. Seguramente es la elección de oficio la cuestión más importante con que vais a enfrentaros. Tan importante, que acertar con el oficio es acertar con la vida. La felicidad no consiste en ganar mucho dinero sino en que la tarea que se hace se haga con gusto. El día que cada niño, al llegar a hombre, pueda ser aquello que desea y para lo que está dotado habremos conseguido un mundo feliz. El niño no perderá su alegría al transformarse en hombre si ante el haz de oportunidades que se le ofrecen, acierta a elegir la buena, esto es, la adecuada a su manera de ser.

Claro es que para poder acertar debéis informaros antes de lo que es una cosa y de lo que es otra cosa. Formar a los niños debe ser un sucesivo despertar de curiosidades que luego, a lo largo de la vida, se irán saciando con la lectura y la experiencia. [...]"

Miguel Delibes. Mi mundo y el mundo.

Y ahí lo dejo. Nosotros ya hemos elegido. Unos hace una semana; otros hace tres días; yo ayer. Conozco a hombres que eligieron bien y en sus sesentaitantos siguen siendo niños que no perdieron su alegría. Sólo espero que nosotros, todos, mis amigos, mis amigas, los que en estos días hemos pasado por el Ministerio de Sanidad susurrando a unos extraños nuestros sueños al oído para que, como por magia, salieran en una pantalla y acabaran por cumplirse con sólo pulsar un botón, cerrando tal vez así ese proceso de transformación y convirtiéndonos de golpe en hombres y mujeres grandes, seamos felices con lo que quiera que hayamos decidido ser y que por nada, por nada del mundo mundial perdamos la alegría de los niños que nos trajeron hasta donde estamos.

Enhorabuena a todos y suerte con lo que viene después.
domingo, 10 de abril de 2011

Pueblerinos por el mundo

Aquí estoy, en la capital, en esta ciudad gigantesca de calles abarrotadas que es Madrid. No sé si será por el buen tiempo que hace, que saca a todo el mundo a la calle, pero lo cierto es que no recuerdo haber estado en otro sitio donde las calles estuvieran tan, tan, tan agobiantemente transitadas en un día cualquiera. Mientras circulo a patita intentando esquivar transeúntes y visionando a un lado y al otro y al frente edificios enormes y fuentes colosales, se me vienen a la cabeza los días de peregrinaje por los caminos gallegos, tan relajantes, tan armoniosos, donde las únicas construcciones que encontrábamos, aldeas y pueblecitos aparte, eran los mojones con la inscripción del kilómetro correspondiente y lo único que podía hacernos detener el paso, un rebaño de vacas atravesando el camino.
Llegué el viernes, me vine en bus en un viaje que rozó las siete horitas. Y para no dejar duda de quien soy y de donde vengo, en mi macuto, dos bocatas olorosos, uno de lomo y otro de queso de cabra, hechos con amor por mi buena madre, que a las siete de la mañana me revolvían las tripas, pero que a las doce me cayeron como agua de mayo y me devolvieron la vida. El glamour ya vendrá cuando tenga que venir.
Venía yo con mi libraco, del cual no me queda mucho y que pensé zanjaría en el camino, pero el señor autobusero tuvo a bien ponernos una película... y yo, que en principio no mostré mucho interés, entre otras cosas porque iba sentada delante (donde les gusta a las viejitas) y para ver la pantalla tenía que estrujar mis delicadas cervicales como si fueran un muelle, acabé atrapada en el transcurrir de la peli sin poder parar de reír, refugiada tras las carcajadas de mi compañera de asiento que, por suerte, era mucho más escandalosa que yo. Desde que amanece, apetece era el título (que, por cierto, me hizo sentir ausencias). Con Gabino Diego, Arturo Fernández y Loles León... Y yo, aparte de por lo cómico de la historia, no podía parar de reírme identificándome con Gabino, que era un pobre muchacho de un remoto pueblo asturiano al que sus padres mandaban a la capital con una empanada casera para que prosperara y se hiciera un hombre (y vamos si lo hizo...) y para dos o tres cosinas más.
Me imaginaba yo -que no sabía ni a dónde venía porque la amiga con la que me quedo iba a recogerme a la estación y no me había dicho ni dónde vivía- saliendo de una parada de metro en un barrio chungo y encontrándome en un Madrid que nada tenía que ver con el que me había imaginado, teniendo que llegar a las situaciones más disparatadas para poder permitirme seguir en la ciudad hasta el miércoles e ir al Ministerio a coger mi plaza. Y me descojonaba yo sola. Más aun si me venía alguna ráfaga de aire con aroma a queso o lomo...
Pero nada más lejos de la realidad, al llegar, la pequeña Judith me esperaba como siempre, monísima y charlando por su blackberry mientras se colocaba el flequillo. Me trajo a su casa de un barrio bonito, me acogió con hospitalidad (y no como Arturo Fernández a su pobre sobrino) y después de comer y con los pies en la mesa, ambas nos pintamos las uñas de manos y pies, para que tampoco me quedase duda a mí, por mucho que venga del pueblo (del mío y del suyo) de a dónde he venido a parar (y porque nunca se sabe con cual de los veinte dedos tendré que pulsar el botón).
Y después, a disfrutar Madrid, que la estancia es corta.


miércoles, 6 de abril de 2011

Dedos

Los actos de asignación ya comenzaron. En un Ministerio de Sanidad que yo todavía desconozco, un ordenador, supongo, con una tecla de intro como la de cualquier otro que saliera de la tienda, es pulsado cada x segundos de tal hora a tal hora por futuros especialistas de la medicina española. Unos irán más seguros, otros más temerosos... algunos todavía pueden permitirse el lujo de llegar tarde.

Mientras tanto, mientras ese intro es pulsado cada x segundos por un dedo diferente, ora uno tieso como una vela, ora uno blandengue como un flan, luego otro suave como el culo de un bebé o uno más sudoroso que un pollo... el resto, los rezagados, los que aun pasaremos unos diítas más en casa sin saber qué será de nosotros, dedicamos las mañanas y las tardes, desde el anonimato, a pulsar F5 casi siempre con el mismo apéndice articulado, una vez y otra. Y otra y otra y otra. Algunos temblando más que cualquiera de esos que le dan al intro. Con la pestaña del facebook al lado, comentando al instante la jugada.

Yo, la verdad, lo hago por puro entretenimiento... pero ya me estoy aburriendo. Sólo quiero que llegue mi día y cerrar por fin, con mi dedo, este capítulo interminable. Y dar comienzo a uno nuevo y mejor.
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