Lo que os voy a contar no ocurrió hace tanto tiempo como las historias de los cuentos que suelen leer los padres a la hora de dormir. Tampoco tuvo lugar en un pueblito muy muy lejano y su protagonista no descendía de ninguna familia real. Se llamaba éste nada más y nada menos que Marcial. Marcial tenía un hermano, Patricio, y los dos eran feos, más feos que Picio. Por eso, como todos en el pueblo, ellos también tenían su mote que, cómo no, hacía honor a su más significativa característica: los Caretos. Eran los Caretos, además, un poco como con diez minutos de retardo, ya sabéis, que tenían que haber estado en la olla un poquitito más... Y, como otros muchos por aquella época, analfabetos, huérfanos y pobres.
Todo el que sea de pueblo o de un barrio donde más o menos todos se conocen, sabe lo que estas personas son para los niños y para algunos no tan niños... carne de cañón. Objeto de burlas y chistes, de bromas pesadas y, a veces, hasta de engaños y abusos. Vivían en un cuartucho sucio y maloliente con un montón de colchones apilados que casi llegaban al techo y allí, con la nariz rozando las humedades verdinegras que decoraban la habitación, compartían cama con todo tipo de ácaros y demás bichos del reino animal. Y estaba, además, su calle a medio camino entre la escuela, ubicada en una punta del pueblo, y el centro del mismo... por lo que casi todos los niños pasaban por allí a diario. Algunos tomaban carrerilla desde la esquina y al pasar por su casa pegaban una patada en la puerta, tan fuerte que a veces hasta se caían hacia atrás sobre sus pesadas mochilas. Otros, simplemente pasaban cantando a pleno pulmón la canción aquella que se inventaron un día en el recreo "Son dos hermanos a medio criar, uno Patricio y el otro Marcial..." Y entonces, siempre Marcial, el más alto, el más extraño, el más tardío, delgado como un fideo, salía hecho una furia con su cara negra de mugre, arrugada y fea como su ropa, con los ojos desencajados de rabia, gritando palabras ininteligibles y sacudiendo sus huesudos brazos tanto que parecía que se iba a desmontar. Los niños se morían de risa mientras se alejaban calle abajo. Dicen que un día sacó un hacha... yo creo que alguno más listo de la cuenta se lo inventó, pero esa imagen figurada de Marcial con un hacha en la mano corriendo y maldiciendo detrás de ellos lo hacía todo más siniestro y cómico a la vez y animaba a los arriesgados a burlarse de ellos para ver si algún día tenían suerte y volvía a sacar el famoso hacha.
Todo el que sea de pueblo o de un barrio donde más o menos todos se conocen, sabe lo que estas personas son para los niños y para algunos no tan niños... carne de cañón. Objeto de burlas y chistes, de bromas pesadas y, a veces, hasta de engaños y abusos. Vivían en un cuartucho sucio y maloliente con un montón de colchones apilados que casi llegaban al techo y allí, con la nariz rozando las humedades verdinegras que decoraban la habitación, compartían cama con todo tipo de ácaros y demás bichos del reino animal. Y estaba, además, su calle a medio camino entre la escuela, ubicada en una punta del pueblo, y el centro del mismo... por lo que casi todos los niños pasaban por allí a diario. Algunos tomaban carrerilla desde la esquina y al pasar por su casa pegaban una patada en la puerta, tan fuerte que a veces hasta se caían hacia atrás sobre sus pesadas mochilas. Otros, simplemente pasaban cantando a pleno pulmón la canción aquella que se inventaron un día en el recreo "Son dos hermanos a medio criar, uno Patricio y el otro Marcial..." Y entonces, siempre Marcial, el más alto, el más extraño, el más tardío, delgado como un fideo, salía hecho una furia con su cara negra de mugre, arrugada y fea como su ropa, con los ojos desencajados de rabia, gritando palabras ininteligibles y sacudiendo sus huesudos brazos tanto que parecía que se iba a desmontar. Los niños se morían de risa mientras se alejaban calle abajo. Dicen que un día sacó un hacha... yo creo que alguno más listo de la cuenta se lo inventó, pero esa imagen figurada de Marcial con un hacha en la mano corriendo y maldiciendo detrás de ellos lo hacía todo más siniestro y cómico a la vez y animaba a los arriesgados a burlarse de ellos para ver si algún día tenían suerte y volvía a sacar el famoso hacha.
7 que dejaron huella:
jajajjajajaja, puede que no fueran tan feos, si no raros de ver, o que a lo mejor fuesen fruto de un experimento genético ...pero quiero saber cómo sigue!!!y si en realidad el del hacha era patricio!!!
muy bueno almendrita , como siempre
he actualizado..
continuará¿?¿? yo quiero q continueeee!!!
bullying en el pueblo a los hermanos feos..q pena, q duro tiene q ser eso verdad?menos mal q nunca lo padecerems ;)
Tengo curiosidad... Sigue contando!!
Qué tristeza ser objeto de bula...:C
Ainsss...bueno, como he llagedo tarde (como siempre) voy a ver cómo sigue la historia.
Muakks un pelin "ritardando" ;D
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