Mi hora. Silencio. La gente duerme, televisiones lejanas, llantos ahogados, balbuceos incomprensibles frutos de una pesadilla, el tic y el tac. Debería irme a dormir, sí, yo también. El chorro de un pipí, la cisterna, un bostezo alargado, otra vez, el tic y el tac, el tic y el tac. Mañana temprano el despertador no perdona. La puerta del ascensor, la puerta de un piso, la base de datos de virus ha sido actualizada. No, mañana hay que madrugar, pero hace mucho tiempo que tengo que abandonar la sala justo a la hora que más me apetece el cócktel. El camión de la basura. Porque a mí a estas horas me apetece sentarme tranquila, empezar a coger palabras, una de aquí, otra de allí, una muy rara, una más llana, una blandita, otra mojada y con calma, esdrujular el ingenio y agudizarme el cerebro, tacatacatá, y cócktel tecleado. No quiero no escribir en mi blog.
Antes usaba esta hora... ahora qué. Clon. Cisterna.
Antes usaba esta hora... ahora qué. Clon. Cisterna.