Capítulo II.
El pequeño Pacopepe seguía sentado en el escalón de su puerta. No podía creer lo que estaba viendo. Parpadeó insistentemente, se restregó los ojos con los puños y hasta se pellizcó el brazo para comprobar que no estaba soñando. ¡Era real! Su viejo perro sin raza definida, de pelo alborotado y mirada cariñosa estaba allí, contemplándole desde el cielo entre aquellas nubes que tanto miedo le habían dado otras veces. Pero ya no le asustaban, Pacopepe se sentía más fuerte que nunca, la imagen de su perro le había hecho sentir un deseo de venganza del que no se creía capaz. Quería matar a la Bruja Choni.
De pronto, salió de su ensimismamiento y contempló cómo su viejo amigo se movía lentamente como se mueven las nubes en un día cualquiera. Con lágrimas en los ojos veía cómo Pacoasecas se desfiguraba y se transformaba en lo que parecía... una flecha? ¡Sí! ¡Era una flecha que apuntaba directamente hacía la casa de la Bruja! Pacoasecas le había enviado una señal desde el cielo de los perros y ahora él tenía que resolver el misterio. El misterio de por qué en el barrio de Pacopepe cada vez había menos perros y todos los niños iban por la calle alicaídos y cabizbajos, descorazonados y tristes como se queda un niño que ha perdido a su inseparable camarada canino.
La gorra visera seguía en medio de la calle cuando Pacopepe hechó a correr a su cuarto en busca de las armas. Vació su caja de juguetes y allí, en el fondo, descansaba oculta su maquinaria de guerra, algo que nunca había querido utilizar reservándolo para el día en que fuese estrictamente necesario. Su pistola de bolitas picantitas (o balitas perforantes, como él prefería llamarlas) estaba intacta, con todas sus municiones (menos una que gastó para probarla el día que se la trajeron sus Majestades los Reyes Magos de Oriente); cogió también la escopeta de dardos de ventosa y la pistocuática que se encontró en la playa. Limpió, cargó, se enfundó las armas y salió zumbando en dirección a la ruinosa casa.
Cuando pisó la calle miró al cielo. Nubarrones negros sembraban el horizonte y entre nube y nube pudo distinguir la sonrisa perversa y la mirada vil de aquel esperpento humano. La Choni lo estaba vigilando.
...CONTINUARÁ...
El pequeño Pacopepe seguía sentado en el escalón de su puerta. No podía creer lo que estaba viendo. Parpadeó insistentemente, se restregó los ojos con los puños y hasta se pellizcó el brazo para comprobar que no estaba soñando. ¡Era real! Su viejo perro sin raza definida, de pelo alborotado y mirada cariñosa estaba allí, contemplándole desde el cielo entre aquellas nubes que tanto miedo le habían dado otras veces. Pero ya no le asustaban, Pacopepe se sentía más fuerte que nunca, la imagen de su perro le había hecho sentir un deseo de venganza del que no se creía capaz. Quería matar a la Bruja Choni.
De pronto, salió de su ensimismamiento y contempló cómo su viejo amigo se movía lentamente como se mueven las nubes en un día cualquiera. Con lágrimas en los ojos veía cómo Pacoasecas se desfiguraba y se transformaba en lo que parecía... una flecha? ¡Sí! ¡Era una flecha que apuntaba directamente hacía la casa de la Bruja! Pacoasecas le había enviado una señal desde el cielo de los perros y ahora él tenía que resolver el misterio. El misterio de por qué en el barrio de Pacopepe cada vez había menos perros y todos los niños iban por la calle alicaídos y cabizbajos, descorazonados y tristes como se queda un niño que ha perdido a su inseparable camarada canino.
La gorra visera seguía en medio de la calle cuando Pacopepe hechó a correr a su cuarto en busca de las armas. Vació su caja de juguetes y allí, en el fondo, descansaba oculta su maquinaria de guerra, algo que nunca había querido utilizar reservándolo para el día en que fuese estrictamente necesario. Su pistola de bolitas picantitas (o balitas perforantes, como él prefería llamarlas) estaba intacta, con todas sus municiones (menos una que gastó para probarla el día que se la trajeron sus Majestades los Reyes Magos de Oriente); cogió también la escopeta de dardos de ventosa y la pistocuática que se encontró en la playa. Limpió, cargó, se enfundó las armas y salió zumbando en dirección a la ruinosa casa.
Cuando pisó la calle miró al cielo. Nubarrones negros sembraban el horizonte y entre nube y nube pudo distinguir la sonrisa perversa y la mirada vil de aquel esperpento humano. La Choni lo estaba vigilando.
...CONTINUARÁ...
5 que dejaron huella:
A mí la primera vez me impacto mucho. Luego lo volví a ver, y como estaba "curada de espanto" no me impactó tanto. Tendré que beber más cerveza.
Odio profundamente a Choni, ¿por qué es tan mala con los niños y canes?
¿¿¿DÓNDE SE COMPRAN LAS BOLITAS PICANTITAS???
Tienes que decsribirnos más cómo es la bruja Choni por si se ha reencarnado... ;-)
Una teneues es una agenda tipo moleskine pero con más notas de color (es un básico de vogue, baby ;-))
y como el buda sepa cómo atrapar la snitch y no nos lo haya dicho...vamos, que dejo de llamar buda a buda!!
es nuevo.me encanta compartir el brindis.Por nosotras!
venga...sigue con la historia, que necesito saber cómo acaba la bruja choni!! ;-)
ayer estuvimos con lor y nos acordamos mucho de ti!!!!!
sabes que a mí también me hubiera gustado estar allí contigo. y los puntos negativos los habría sobrellevado mejor, seguro que nos habríamos inventado una historia para la cucaracha que me encontré en el cuarto de baño o explicado por qué el viejo del comedor era tan repugnante y casi no tenía dientes...Bueno, más anécdotas en la siguiente entrega. Yo quiero ya saber que pasa con Choni, espero que arda en la hoguera :P
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