lunes, 28 de marzo de 2011

O camiño de Santiago

Cuando aun andábamos inmersos en aquellos días de preparación mir que se me hace que quedan tan lejos aunque no haya pasado ná y menos, y empezábamos a hablar de planes y escapadas, en algún momento la propuesta de hacer el camino flaqueó. Era difícil ponerse de acuerdo y tampoco teníamos muy claros nuestros compromisos para estos meses de la metamorfosis. Finalmente, aunque con algunas bajas, logramos ponerle fecha, comprar un vuelo, cuadrar las etapas y por fin partir.

Con éxito, hemos vuelto de ese viaje tan hermoso (y bello, y léase con acento argentino), para mí tan diferente de como lo imaginaba, infinitamente mejor de como una lo sueña. También puede ser que el nuestro haya sido un camino atípico, no sé... un camino con muy poquitos silencios, cubiertos a cada paso por el completo repertorio musical que puedan albergar cuatro cerebros del ochenta y seis (ruidos corporales aparte).

Un camiño bastante menos espiritual de lo que cabría esperar, llenito de humor (y de amor, claro), amenizado por el inigualable trío que caminaba conmigo, pues éramos un cuarteto y ahora que digo teto... doy con una palabra que se adapta mejor al tema de conversación de nuestro peregrinaje.

Y he vuelto enamoradita. De Galicia, de sus paisajes, su acento, de su caldo con sus grelos, de sus hombres y mujeres, de sus vacas, sus aldeas, de sus hórreos, de su queso, su marisco, de su cerveza y su vino, de su ambiente, de su encanto...


Enamorada y un poquito embrutecida, renegando de este mundo "civilizado" de las ciudades, de estas islas de edificios grandes y de centros comerciales que nos separan del verdadero planeta en que vivimos y nos empujan al abismo de una espiral engañosa de consumismo y deshumanización y nos empobrecen por dentro haciendo encima que nos creámos mejores y más listos y más cool y más chics... y perdón si me flipo un poco.

Pero es cierto, es lo que pienso, sé que hay ciudades preciosas donde viven todo tipo de personas, con edificios bonitos y museos llenos de obras geniales y muy valiosas, museos que siempre me acaban aburriendo, por cierto. En el campo, más allá de los límites de las calles y las casas, las genialidades son los árboles y los ríos y el canto de los pájaros y el aire con el olor de los eucaliptos, aun con ciertas bocanadas de aroma a estiércol. Visitarlos es gratis, dicho sea de paso.

Y no estoy diciendo yo nada nuevo, ya lo sé, que no quiero tirarme pegotes, sólo digo que se nos olvida, que se nos pasa por alto cuando, en nuestro día a día de la vida cotidiana, lo que nos rodea no es un ambiente verde e ideal, sino las calles de asfalto, los semáforos, los coches, el humo, el ruido... para mí muy fríos. Y nos dejamos llevar y yo me pregunto ¿es compatible el sacar rendimiento a lo uno y a lo otro? Porque yo soy la primera que por ahora no va a poder permitirse el abandonar la vida del ruido.

Nos sentimos, a veces, perseguidos, por compañías de teléfono, por anuncios, por spam, por el facebook, por el tuenti... nuestros datos y fotos están por todas partes y poco podemos hacer ya. Yo en estos días, sin móvil ni internet, me he sentido tan libre! Decir que deberíamos volver a vivir sin ellos es una locura, yo soy la primera que aquí estoy, comunicándome con vosotros a través de la red... pero joder, qué bien se estaba sabiendo que sólo me podrían localizar si usaba (yo) una cabina de teléfono, qué bien durmiendo la siesta en un prado, desconectada del mundo...

Sin duda, este viaje para mí ha sido uno de los mejores que he hecho y creo que nadie debería quedarse con las ganas de vivir una experiencia así. Yo ya pienso repetir! Y si puede ser desde más lejos.

Eso sí, para la próxima vez ya sé que los gallegos tienen un concepto de las distancias y el tiempo distinto al del resto de España y si te dicen que quedan dos kilómetros, échale cuatro y si calculan que llegas en media hora, la hora y media no te la quita nadie.

Puedo contar muchas más cosas, pero creo que ya me estoy enrollando... decir sólo que marzo me ha parecido la fecha más estupenda para hacer el camino, más si tenemos en cuenta el tiempo que nos ha hecho, jeje... qué afortunadas, no nos ha llovido ni un día, es más, hemos pasado calor, hemos cogido moreno y yo hasta he tomado el sol en bikini... bueno, no exactamente en bikini, porque no llevaba... Llegar a los albergues sin presión también es una gran ventaja de ir en este tiempo.

Pisar por fin Santiago es una sensación difícil de expresar, que en mi caso además se vio distorsionada por el infortunio de no haber desayunado. Divisar la catedral, abrazar al santo... descubrir que es muy difícil encontrar a alguien que te haga una foto decente...

Y disfrutar el último día en Santiago, ver atardecer desde un parque ambientado, pasear un rato hasta la alameda, dejarnos llevar por una gallega juerguista hasta el bar no precisamente más refinado con un agujero por báter y beber y emborracharnos y volver a tumbarnos en la Plaza de Obradoiro para comprobar que la catedral no sólo se nos venía encima, sino que nos daba mil vueltas y, por último, dormir la mona y hasta mañana, que será otro día y, al fin y al cabo, habrá que seguir caminando.



Os dejo con esta cancioncilla de sonsonete pegadizo.

7 que dejaron huella:

quantum leap dijo...

Me ha encantado compartir este camiño contigo. Soy una afortunada.

Almendra Puck dijo...

A mí también me ha encantado... ay! para suerte la mía!

BudaDorado dijo...

envidiaaaaa, tengo envidia de tus viajesssss

Almendra Puck dijo...

Pues no sé por qué, porque si no te has venido es porque no has querido.

mariajesusparadela dijo...

Y, en la repetición, pasando por Paradela...

Almendra Puck dijo...

Eso, eso!

diego dijo...

Almendra Puck, me encanta haberte descubierto. De momento he leído hasta aquí, pero seguiré hacia las profundidades. Me has recordado (con nostalgia) "mi" camino de Santiago. Lo hice con cuatro amiguetes cincuentones, en bici, desde Ponferrada, hace tres años. Inolvidable. Lo repetiría ya mismo, de hecho creo que lo voy a repetir. Me gusta tu sensibilidad y tu forma de escribir. Y, como estoy en un taller de narrativa creativa en un centro cultural de Madrid, voy a leer tus relatos, a ver qué nos cuentas y cómo lo haces. Gracias a Paradeliña, la galleguiña mágica, por haber hecho de vehículo también mágico para que te conoozca. Esto de los internetes es la leche...

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