Rocky estaba triste. A su alrededor todas experimentaban el placer de los sabores al llegar la hora señalada. Sin embargo, ella se sentía inútil, inservible, incomprendida y despojada de la única función que había venido a cumplir en este mundo. Sin poder llevarla a cabo ¿para qué vivir?, se preguntaba. Ya desde el comienzo, su ubicación no había sido la más buena, pues se elevaba la pequeña Rocky allá por la parte de atrás de la lengua, en el sector encargado de identificar la amargura de la vida. Eso sí, era de las pocas afortunadas que podía presumir de ser una papila con forma de cáliz.
Sí, era Rocky una papila gustativa que no estaba pasando por su mejor momento. Aun recuerda aquel guisante. El guisante maldito que ardía como una bola de fuego digna de un videojuego de Lara Croft. Era verde como un moco. Redondo y pequeño como la caca de una cabra. Y lo peor: insípido. ¿Por qué tuvo que suceder así? Muchas habían perdido su función por la causa, pero ¡nunca con un guisante! Era humillante. Era el guisante humillante humeante y matante (la costumbre de hacer rimas absurdas es muy común en las papilas).
Todo sucedió muy rápido. La bola de fuego cayó sobre Rocky, la escaldó, la inutilizó y, luego, desapareció faringe abajo. Y allí se quedó ella, viendo pasar el resto de la comida sin sentir nada. Reaccionó rápido. "Recuerda lo que les ocurre a las que ya no sirven", se dijo. Y al instante, empezó a fingir.
"¡Pechuga de pollo! ¡Pechuga de pollo!" gritaban desde la punta. Y todas "¡Ueeeee!" y la pechuga empezaba a rodar de un carrillo a otro empujada por los potentes músculos de la lengua que les daban sostén. Se chocaban con el paladar, con las muelas, se empapaban en saliva y disfrutaban con el suculento sabor de la carne cocinada con aceite de oliva y aliñada con ajito, perejil, limón...
¡Mandarina, mandarina! gritaban de nuevo con voz chillona las filiformes. Y otra vez la pequeña Rocky se unía a las demás para hacer la ola y vociferaba entusiasmada cuando se suponía que tenía que llegarle el toque amargo correspondiente, sin que nadie más supiera que no era la amargura ahora su sentido, sino su único y entero sentimiento.
Pero pasó lo que tarde o temprano tenía que pasar y las que la rodeaban acabaron por darse cuenta. Aquellos gemidos a destiempo, ese color paliducho que no se encendía por nada del mundo, el ánimo por los suelos... la delataron. ¿Era vergüenza o era miedo lo que sentía? ¿O era rabia o un odio infinito hacia todo alimento verde y redondo? Ahora ya sabía cual sería su suerte. El organismo acabaría con ella y, en su lugar, pondría a otra más joven, más útil y quizás más bella.
CONTINUARÁ...
9 que dejaron huella:
que super historiaaaaa!!!!!!!me ha encantado!!!!!pobrecita con sin su sentido y con su sentimiento!!!!jajaja genial, te superas siempre almendrita. por cierto, yo acabo de actualizar ahora mismo
joer, pobrecilla, no puede adquirir un superpoder y regenerarse?
voto porquela papila luche enviando señales ficticias,y asi q el tio/a sufra una alucinacion gustativa!!!!!Qmalo es estudiar psiquiatria
Cómo se te ha podido ocurrir semejante historia?
JAJAJAJAJAJAJAJAJA, que arte extremeña tienes hija
BUDA, tampoco es muy difícil superarme, no? jejeje. Respecto a las señales ficticias... ya veremos ¬¬ jajaja
SEÑORITA TULP, algo ocurrirá, pero no corras tanto!!
DREA, se me ocurrió el otro día comiendo con Pistacho Puck (se ha empeñado en que lo llame así :P), cuando empezó a hacer de papila gustativa... eso sí que fue brutal.
MIS CANDY CANDY, si es verdad que tengo arte, seguro que parte de lo debo a ti, mi musa que más me inspira!
jajajjajaja, y esta historia te la ha inspirado tu nevera???es buenísima!!!
Bueno, pues ya he empezado a leer esta novela tuya y la verdad que original es un rato y engancha.
Iré a por la segunda parte para ver que pasa con esta papila tan especial.
Muakks intrigados
Qué bien Anita, espero que te guste, prometí la cuarta parte para hoy, pero no he tenido tiempo...
Muaks ilusionados! jejeje. :)
Publicar un comentario