Capítulo II. La confesión.
Nos sentamos al calor del braserito y, reconfortándonos con una deliciosa infusión de hierbas aromáticas de los campos frexnenses, Clarividencias empezó a contarme aquel secreto que la estaba consumiendo por dentro.
Creerás que estoy loca, pero es urgente que le cuente a alguien lo que me está pasando... lo que me va a pasar. No me hagas preguntas, no te las hagas a ti misma. Simplemente creéme.
Hace meses que me están ocurriendo cosas muy extrañas. No consigo dormir y, cuando lo hago, me despierto sin recordar nada de lo que he hecho antes de irme a la cama. Las lagunas de mi memoria cada vez son más grandes y, es más, nadie sabe decirme qué he hecho o dónde he estado justo en ese espacio de tiempo que no logro recordar. Me pesa el cuerpo, me siento cansada y, poco a poco, he ido sintiendo como si una extraña fuerza, un impulso espiritual, otra persona con un alma más firme y poderosa que la mía, se apoderase de mí. Cada vez que me despertaba después de uno de mis largos periodos de amnesia lacunar, notaba su presencia con más intensidad y cómo ésta se iba adueñando de mi vida sin que yo pudiera hacer nada. Miraba a mi alrededor y veía mis cosas cambiadas de sitio, mi armario lleno de ropa que desconocía, mis libros desordenados y mis fotos iban desapareciendo como si se las tragara la tierra.
Al principio, sospeché que se tratara de alguien que entraba en mi casa, me sedaba con algún tipo de hipnótico y jugaba a ser yo hasta que a mí se me pasaban los efectos del potente somnífero. Me había decidido a poner una cámara en mi cuarto las 24 horas del día, pero, por desgracia, me caí de la escalera de mano intentando fijar un cable al techo de la habitación (siento haberte contado que me caí en la ducha...). Como sabes, me lesioné la muñeca derecha y estuve casi dos semanas medianamente imposibilitada, pues soy diestra. Fue durante ese periodo en que no podía utilizar mi mano derecha y yo creía que tampoco me valía de nada la izquierda cuando al fin me di cuenta de lo que estaba pasando.
Me ocurría con frecuencia que, tras despertar sin saber qué había pasado ni dónde había estado horas o incluso días atrás, encontraba papeles escritos con notas, apuntes, relatos, ideas perfecctamente razonadas y redactadas... y con mi propia letra. Pero un tanto peculiar. Yo notaba una inclinación distinta, como si las palabras se postraran queriendo besar la línea horizontal del renglón.
Era la letra de mi mano izquierda, idéntica, calcada a la letra que ahora hacía al no poder utilizar la derecha. Pero yo era diestra, ni zurda ni ambidiestra, no, diestra. Nunca había podido escribir con la otra mano. ¿Por qué ahora sí?
Continuarááá...!!!
5 que dejaron huella:
qué bueno almendra!!! me encanta esta transformación tan disociativa! Tengo que adaptar mi idea de las transformaciones mágicas a tu historia. Esta noche lo hago :P Esto es una droga! jeje
mmmmmmmmmmmm con q zurda.....bien bien!!!
ahora q nos preparamos xa derma no incluiras ninguna patologia a tus personajes no??jaja
amnesia lacunar???te juro que he estado a punto de dejar de leer!!jajajja,asi que son dos por el precio de 1????qué fuerte!!!
Hola¡¡¡
Me ha gustado mucho, la verdad esqeu tienes mucha imaginación... y lo mejor de todo esque sabes escribir bien, y sabes darle vida a la idea...
Sigue así¡¡
Muchos besicos!!
Ámbar
Gracias por vuestras palabras, queridísimas lectoras!! No os desconectéis del cuarto que en breve os contaré mássss sobre la verdadera historia de la srta. tulp!
Un abrazo virtual!
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