También para la pobre Aurori habían pasado ya varias semanas desde la noche en que cayera sobre ella el terrible sortilegio que le impediría por siempre abrir su corazón a la llamada del amor. Desde entonces vivía a medias y actuaba como una autómata. De pronto reía, de pronto lloraba, de pronto se tiraba al suelo y pataleaba. Poco le importaba cuanto le dijera el Coplero e ignorarlo para ella era tan fácil como ignorar a una coliflor o a una lechuga. Ya nada le interesaba, todo le era indiferente. El ajo en las tostaítas, el buchito de aguardiente, el caminito a Triana, el murmurar de la gente, el olor de los membrillos, la sonrisa a los clientes... A la porra las rimas fáciles que adoraba antiguamente. Ahora sólo le importaba deshacer el maleficio. ¿Cómo -se preguntaba- cómo?
Y así estuvo la Aurori, con el nudo en la garganta y las lágrimas a flor de piel, hasta que una noche, como si su propia sombra se saliera de su cuerpo para darle un consejo en segunda persona, se dijo... "Hahta ahquí hah llegao, Aurora de mi corasón, de ehta noche no pasa que saqueh tu temperamento trianero y vayah a hablá con la tribu esa de mamarrachoh". Y así fue, dicho y hecho.
Conforme se acercaba a las calles donde vivían los gitanos, éstas se volvían más pobres y oscuras, más sucias e inmundas y se podía sentir los ojos de las ratas mirándote desde sus escondrijos. Ya olía a candelorio, ya se escuchaban las palmas, el taconeo y las voces rotas del cante jondo. Escondida detrás de unas mulas, Aurori contemplaba la fiesta gitana. Qué alegres se les veía, qué luz en sus caras tostadas, iluminadas por las llamas. Todos tocaban las palmas al son de la guitarra, acompañando a una gitana gorda que era la que cantaba. Y en el centro, bordeando la candela con sus brincos y vaivenes, la estrella, todo el jolgorio se orientaba hacia ella, la pasión corpórea, una joya en bruto, la pequeña Carmen*, capaz de moverse con más viveza que las propias llamas.
Pero, como supondréis, algo tendría que pasar, pues la Aurori no había llegado hasta aquí para nada. Así pues, un inoportuno acontecimiento vino a descubrir a la joven quien, ante el tremendo pastel de mierda recién hecha, calentita y apestosa, que le cayó justo encima del pie, procedente de una de las bestias que le servían de barrera, no pudo más que proferir un grito ensordecedor, presa de la repulsión. Se demostró así que la carne de burro no es transparente, pero la mierda de mulo es un arma fuerte...
CONTINUARÁ
*Nadie ha dicho que esa Carmen sea Carmen Amaya, eh! Simplemente es Carmen y el video la representa. Recomiendo encarecidamente verlo.
6 que dejaron huella:
si ha sido ver el vídeo y decidir que hay que hacer una fiesta flamenca!!!!
jo, pobre aurori,mira que pisar una mierda...ella, una mujer ya decidida a vencer su maldición!!almendrita, sigue con la historia ya!!
jajaja ay que bueno!! Y qué arte bailando madre mía, me han entrao ganas de ponerme a bailar en el cuarto (pero luego he reflexionado y no he movido mi culo del asiento)
¡Una bailaora de raza!
La maravillosa Carmen Amaya.
Qué zapateados los suyos de fuerza, ritmo, claridad y musicalidad.
Y luego los brazos, tan flamencos, las vueltas prodigiosas...
Convertida en un mito tras su prematura muerte. Bailaba con sentimiento, alma y pasión. Con rabia y con violencia. Lo podéis ver en la película de Rovira Beleta "Los Tarantos".
Un abrazo.
Jaja, veo que os ha entrado a todas el gusanillo de bailar! Para cuándo esa flamenca party?
antes la mexicana weyyyyy1jajajaja.ayyyy q me gusta la historia, la sombra y la mierda calentita!q animada la fiestita q tenian montada,no??
Qué ocurrencia la del mulo, sabiendo que tenía un pié debajo...
Quién supiera bailar así.
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