Cuentos de amor y desesperación
VIII
Francisco llevaba toda la noche en su casa dándole vueltas al asunto. Desde que salió de la consulta del Dr. Azufaifo no pudo pensar en otra cosa, había salido corriendo como un vulgar cobarde y, lo peor, le había prometido que no lo volvería a hacer. Pero cómo iba a no hacerlo más, si precisamente ahora estaba más enganchado que nunca. Esos colores, esa textura, ese misterio que encierran las bragas de las mujeres lo volvían loco. Lo que empezó como el manifiesto declarado de su odio hacia las féminas, al llegar la adolescencia se acabó convirtiendo en su debilidad. Coleccionaba las bragas, las enlazaba, las plastificaba... las adoraba. Francisco guardó todo esto en secreto hasta que su madre lo descubrió y fue entonces, y no antes, cuando por primera vez pisó la consulta del doctor.
Tirado en el sofá mirando el techo, Francisco sólo podía imaginarse rompiendo la maldita promesa. Llevaba así cinco o seis horas... y ya estaba harto. Tenía que salir a la caza de unas lindas y delicadas bragas. Desde muy temprano había sentido un ajetreo constante por el bloque, pasos arriba y abajo, risas, grititos e incluso algún golpe violento. Pero ahora al fin parecía que todos dormían, el silencio reinaba de nuevo como en las noches de sus más jugosas cacerías.
5 que dejaron huella:
cuidado francisco!q las vecinas están en la escalera del 1º escondidas y t van a pillar!
Bueno, bueno, que por lo visto estaban liando un escándalo de kilo, no?
hoy no se supone q nos vas a deleitar cn la maravillosa "strangers in the night"?????espero ansiosa
jajaja, para eso todavía no estoy preparada, buda. de todas formas sepas que la entrada está en proceso, pero el video está tardando millones de años en subirse. mientras tanto hago como que estudio...
No vayas, no vayas que te están esperando y ninguna está en condiciones...¡mira que te la van a liar!...
Un beso.
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